Una Mirada Profunda para el Terapeuta que Escucha
Imagínate que estás en tu sala de terapia. La camilla está preparada, la luz es suave, el silencio se respira entre los objetos. Entra una persona. Te cuenta. Se tumba. Cierras los ojos por un instante y colocas tus manos con cuidado, con la delicadeza de quien entra en tierra sagrada.
En ese instante… ¿qué es lo que realmente estás haciendo?
¿Qué significa percibir?
Muchos creen que la percepción es simplemente recoger información con los sentidos: ver, oír, tocar. Pero cuando uno se adentra en el arte de acompañar con presencia, cuando uno escucha el cuerpo desde la quietud —o al menos lo intenta—, pronto se da cuenta de que percibir es mucho más que captar estímulos. Es una forma de estar en relación. Es un encuentro, una escucha que ocurre entre cuerpos, campos, ritmos, historias y presencias. Es, en muchos sentidos, un acto sagrado.
📘 Cinco enfoques para comprender la percepción
Para comprender esta profundidad, quiero compartir contigo las diferentes formas de percepción que hemos ido explorando y que pueden ayudarte a afinar tu práctica como terapeuta, no solo desde la técnica, sino desde la esencia misma de lo que significa estar en relación con otro ser humano.
🔹 Realismo ingenuo: confiar en lo evidente
Comenzamos por lo más básico: lo que se llama en filosofía el realismo ingenuo. Es esa forma de percepción que confía en lo que siente. Si toco una superficie fría, entonces es fría. Si veo que el pie está girado hacia afuera, entonces ese giro es real. Es una mirada directa, sin filtro.
Y es una base útil, porque nos enseña a observar lo evidente sin añadir interpretaciones. Muchos de los primeros aprendizajes en terapia manual se apoyan en esta confianza en lo que las manos captan: calor, tensión, densidad, ritmo.
Pero pronto nos damos cuenta de que lo que sentimos con las manos no siempre es lo que está ocurriendo, sino lo que estamos preparados para sentir.
🔹 Idealismo o constructivismo: ver nuestros propios lentes
Aquí entra otro enfoque: el constructivismo o idealismo, que nos recuerda que no vemos las cosas como son, sino como somos.
Cada uno de nosotros percibe a través de sus filtros: la historia personal, las emociones no resueltas, las creencias. Si has vivido el abandono, puedes percibir una pausa como rechazo. Si has sido educado para agradar, puedes confundir una tensión del otro con algo que tú estás haciendo mal.
Entonces, percibir exige también ver nuestros propios lentes, nuestros filtros invisibles, y aprender a distinguir entre lo que “está ahí” y lo que “resuena en mí”.
🔹 Fenomenología: el cuerpo como lugar de revelación
A medida que maduramos como terapeutas, entramos en una tercera forma de percepción: la fenomenológica. Aquí ya no se trata de datos ni de filtros mentales. Aquí el cuerpo es el lugar donde el mundo se revela.
Percibimos con el cuerpo entero: no solo con las manos, sino con la respiración, con la mirada, con la piel, con la emoción que se despierta sin razón aparente. Ya no estamos frente al otro: estamos en relación con él desde lo encarnado. Percibimos no como observadores, sino como parte de un tejido compartido.
Esto transforma la sesión. Lo que antes era una técnica ahora se convierte en una experiencia viva. El cuerpo del otro te cuenta una historia que no llega por palabras, pero que sientes en ti: una opresión en el pecho, un calor que sube, una imagen que surge como si no viniera de tu mente.
🔹 Percepción relacional: el campo compartido
Pero todavía hay más. Porque si prestamos atención, nos damos cuenta de que muchas de esas percepciones no vienen “del otro” ni “de mí”, sino que emergen en el espacio entre ambos.
Es lo que llamamos percepción relacional o percepción del campo. Aquí ya no se trata de “yo percibo al cliente”, sino de que algo aparece en el campo compartido. A veces lo llamamos “la atmósfera”, otras veces “el campo energético”.
Es eso que sentimos cuando, al entrar en una sala, algo ya está presente antes de que nadie diga nada. En terapia, este enfoque nos enseña a confiar en ese “entre”, en ese espacio sutil donde emergen las transformaciones más profundas.
Muchas veces, no es lo que hago con mis manos lo que genera el cambio, sino lo que sostengo con mi presencia.
🔹 Percepción contemplativa: cuando la conciencia se revela
Finalmente, llegamos a lo más sutil. Hay momentos en que ya no hay percepción como acto separado, porque desaparece el observador. Hay solo conciencia. Presencia. Silencio.
Y desde ese silencio… todo se revela.
Es lo que las tradiciones espirituales han descrito como la percepción contemplativa o no-dual. No percibo “a” alguien. Simplemente soy conciencia presente, y en esa presencia todo se muestra.
En terapia, esto se da cuando entras en un estado profundo de quietud. No haces nada. No piensas. No tocas con intención. Y sin embargo, el cuerpo del otro empieza a reorganizarse, como si una inteligencia mayor estuviera guiando el proceso.
Ahí ya no hay técnicas. Solo respeto, humildad y un corazón abierto.
🌗 La danza entre los niveles
Si te fijas bien, estos cinco niveles de percepción no están separados. Son como capas que se entrelazan.
Hay momentos en los que simplemente observas lo que sientes con las manos, y está bien. Otros en los que te das cuenta de que estás proyectando algo tuyo, y también es valioso. Hay sesiones donde la presencia del otro se mete en tu cuerpo y te habla desde dentro. Y hay instantes en los que ya no hay nadie que percibe, solo un silencio profundo en el que todo se revela y se ordena.
🌿 También somos humanos
Y también cabe la posibilidad de que, en ciertos momentos, nos parezca no sentir nada. Aunque en un sentido profundo, el “no sentir” sea imposible, es importante reconocer que somos humanos y que hay días en los que simplemente estamos distraídos, cansados, o atravesando procesos personales que dificultan nuestra escucha.
Dejar espacio a esta realidad no es una debilidad, sino un gesto de honestidad y humildad. Somos seres en proceso, y reconocer nuestros límites también es parte de nuestra capacidad terapéutica.
✨ Una forma de estar
Percibir, entonces, no es una herramienta… es una actitud. Una forma de estar. Un arte que se cultiva con paciencia, con escucha, y con reverencia.
Porque el cuerpo que tocas no es un objeto que reparar, sino un templo donde habita una vida que busca expresarse.
Y tú no estás ahí para imponer nada, sino para escuchar con todo tu ser, y permitir que algo mayor toque a ambos.
🔎 Volver al origen
¿Te das cuenta? Percibir es recordar. Recordar quién eres… y recordar quién es el otro, más allá del síntoma, del dolor o de la historia.
Y si un día no sabes qué hacer, vuelve a esto: presencia, humildad y escucha. Porque en el fondo, es la esencia quien percibe.
Y esta no se equivoca cuando está al servicio de la verdad.
“No toques al cuerpo como si fuera un objeto.
Acércate a él como si fuera un templo.
Y deja que algo mayor nos toque a ambos.”
Javier de María🐉
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