Al principio de todo, en los abismos del vacío cósmico, no existía nada, solo el Gran Creador, aquella entidad suprema de la que nada ni nadie sabe su nombre si es que lo tiene. Mucho más tarde a lo largo de las eras y las diferentes culturas, los hombres le dieron diferentes nombres, tratando de capturar su esencia y comprender su misterio, y aunque todo resulto inútil, le dieron los nombres de Arthosir: «El Primero de Todas las Cosas», Amanthir: «El Pilar del Universo» y muchos otros, pero en los tiempos actuales se le conoce o mejor dicho, se le nombra, como Aldamar: «El Resplandor Inicial»
Antes de que existiese la vida y la materia, en un momento sin tiempo, el Gran Creador entonó una canción. Aquella melodía contenía en sí misma todas las posibilidades de creación que llegarían a ser en algún momento y su vibración hizo que lo que antes era vacío, ahora estuviese lleno de “Él”
El vacío, al llenarse de Aldamar le devolvió un eco y a partir de ese momento surgió un ritmo de ida y vuelta que se sigue manifestando en toda su creación como ciclos de expansión y contracción que hasta el día de hoy se sigue manifestando de múltiples formas como en la expansión de los universos o en la respiración de los seres vivos.
De la oscuridad del vacío, la canción del Gran Creador hizo que surgiera la luz, llenando el cosmos con su resplandor. Su obra se fue desplegando conforme al ritmo que Él dispuso, los dioses emergieron de las notas primigenias, cada uno con su propósito y dominio sobre diferentes aspectos de la creación. Las galaxias se expandieron, los planetas se formaron y la vida comenzó a florecer en cada rincón del vasto universo.
De entre los primeros dioses, hubo un pequeño grupo de los más cercanos al Gran Creador que optaron por crear su propia melodía y entre ellos unos pocos se fascinaron con sus propias creaciones hasta el punto que incluso les parecieron mejores que la música original y tanto fue su deleite que se empeñaron en convencer a los demás para que siguieran el compás que ellos habían creado.
Al principio todos convivieron en paz sintiéndose libres para escucharse mutuamente y cada uno seguir la vibración con la que resonase en su interior, pero progresivamente, los que se esforzaban por crear su propia vibración, encontraron tanto placer en ello, que intentaron imponer sus ideas a los demás para que abandonasen su propio ritmo y siguieran las frecuencias que ellos estaban creando.
El intento de imponer su criterio y la frustración de no siempre conseguirlo, les hizo que se fueran ensombreciendo y alejándose de los otros dioses, para crear ellos sus propios mundos y llenarlos de seres que estuviesen obligados a seguir el compás que ellos marcasen a su propio antojo.
De lo que no se dieron cuenta los dioses oscuros, es que ellos no poseían la capacidad de crear vida, pues este poder estaba reservado para el Gran Creador. Lo que sí podían hacer es modificar las formas ya creadas o influir sobre ellas para que se adecuasen a sus propios deseos.
Es en este punto de la historia no escrita donde comenzó una batalla épica entre las fuerzas de la luz y la oscuridad, pues aunque a los dioses luminosos no les gusta intervenir en el destino de las demás criaturas, tampoco pueden consentir que estas sean manipuladas por los seres oscuros.
Fue mucho después de la formación de los dioses y los mundos cuando surgió el hombre, un ser forjado con los materiales de las estrellas y penetrado por la vibración que llenó el vacío, dotándolo de una chispa creadora, de una parte de la gran canción. Esa frecuencia primigenia contenía la intención de crear y mantener la vida en el ser humano llenando todo su ser y manteniendo viva la llama sagrada de la conexión entre el gran creador y su creación. A esta esencia, los antiguos le dieron muchos nombres que cayeron en el olvido, hoy se la recuerda como el Aliento de la Vida.
Cada hombre lleva consigo las notas de su historia, tejidas con hilos de triunfos y desafíos, risas y lágrimas, amores y pérdidas. Es en la profundidad de su ser donde la canción resonará con mayor fuerza, guiándole hacia su propósito más elevado. Al conectarse con su propia melodía, el hombre se alinea con el Gran Creador y se convierte en un instrumento vivo de la gran partitura.
Cuando un hombre escucha su canción interior, algo mágico sucede. Se ilumina con una claridad deslumbrante, su ser se expande más allá de los confines de su cuerpo y se convierte en una manifestación divina en este vasto escenario cósmico. La armonía fluye a través de él, llevando la esencia del Gran Creador a todos los rincones del universo.
Sin embargo, con el paso del tiempo y las distracciones del mundo terrenal, muchos seres humanos se olvidaron de su origen y de la presencia del Aliento de la Vida en su interior.
Tan solo unos pocos entre los hombres recuerdan y muy pocos entre estos, consiguen sintonizar de nuevo plenamente con la música, con la frecuencia creadora, Pero aún hoy, algunos seres más despiertos escuchan el susurro del viento o el murmullo de las olas, y en esos sonidos encuentran una melodía ancestral que les recuerda su verdadera naturaleza.
El que consigue recordarlo, aunque solo sea percibirlo brevemente, se siente de nuevo en conexión con la fuente de vida, se intensifica su vitalidad y se armoniza con las fuerzas creadoras lo que le ayuda a solucionar o aliviar sus dolores físicos o su sufrimiento interior
Esa frecuencia vibratoria que surgió al comienzo de los tiempos, sigue resonando en el vacío primigenio, y cuando corresponde, atrae la materia necesaria de forma Inteligente, para construir una galaxia, un planeta, un cuerpo humano o la semilla de una delicada flor, que sean capaces de recibir y expresar la sinfonía primigenia.
Esa música dirige el proceso de cómo será la fecundación, el desarrollo del embrión, su nacimiento, crecimiento y maduración. Todo este proceso se da de forma natural gracias a la sintonización con la partitura universal.
Pero los hijos de Aldamar recibieron también un maravilloso y terrible regalo, Él, les ofreció la posibilidad de convertirse también ellos en cocreadores de su propio destino. Disponiendo de la posibilidad de resonar con la música original y seguir su compas, de crear la suya propia o incluso de dejarse influir por la melodía de otros creadores que posiblemente les llevarían por caminos más difíciles de transitar.
Aldamar siendo conocedor de todo lo que sucede y puede llegar a suceder, dejó por siempre el Aliento de Vida resonando en el interior de toda su creación, de tal manera que aunque los dioses o los hombres decidiesen seguir caminos diferentes, siempre pudiesen recordar su esencia y el camino de vuelta a casa.
De esta forma cuando nos sintamos perdidos y necesitemos reestablecer la salud y el bienestar tan solo será necesario dejar de bailar la música que nos aleja de nuestra esencia, pararnos un momento serenamente, y permitir que poco a poco cada célula del cuerpo vuelva a sintonizarse con la música primordial. En eso consiste el Arte de la conexión con la esencia.
Este Arte, un legado de sabiduría ancestral, nos invita a sintonizar con nuestra propia canción. En su abrazo acogedor y curativo, nos enseña a escuchar las notas que resonaron en el amanecer de los tiempos, a descubrir las melodías secretas que laten en nuestro interior. Cuando abrazamos nuestra canción única, experimentamos una renovación profunda, una conexión sagrada que nos eleva más allá de las limitaciones humanas.
Esta noble práctica nos recuerda que todos somos portadores de la melodía del Gran Creador, de una canción que trasciende el tiempo y el espacio. En el eco de nuestra propia voz, en el ritmo de nuestro corazón, encontramos la clave para despertar nuestra verdadera esencia y desplegar todo nuestro potencial. Es a través de esta conexión que aprendemos a afinar nuestras cuerdas internas, a resonar en sintonía con el cosmos y a liberar las cadenas que nos impiden florecer.
Cuanto más se aleja uno del camino más cuesta después volverlo a encontrar, pero si conseguimos abrirnos lo suficiente, y permitimos que la melodía cósmica fluya de nuevo en nosotros y a través de nosotros, podemos no solo recuperar nuestra armonía, sino también, convertirnos en canales de sanación y transformación, actuando como resonadores, para facilitar el proceso de que otros también resuenen con su sintonía original.
El Gran Creador del que nadie sabe sus planes, estableció un tiempo tan extenso que los hombres no alcanzan a comprender, para que la Tierra y los seres humanos alcancen su pleno potencial. Pero es responsabilidad de cada individuo despertar y recordar su verdadero propósito en este gran plan cósmico. Aquellos que lo logren resonarán con la frecuencia del Gran Creador y se unirán al florecimiento de la humanidad, liberándose de las garras de la oscuridad.
Las fuerzas oscuras cuando se dieron cuenta de este plan, hicieron todo lo posible por evitarlo, pero ya que no les fue posible evitar que cada universo, planeta y especie floreciese cuando fuese su momento, se esforzaron mucho desde el principio de los tiempos hasta hoy en día, para retrasar y dificultar ese momento, pues en los planetas o en los seres vivos de baja vibración, les era mucho más sencillo tenerlos subyugados bajo su control, que ejercían de forma tiránica.
Los dioses oscuros crearon todo tipo de monstruos que atacaban sin piedad a las fuerzas del bien en todos los planos de la creación, pero en el planeta Tierra los hombres se unieron entre sí y apoyados por las fuerzas del bien, consiguieron en una gran batalla, erradicar a esas bestias feroces y vivir más o menos en paz por mucho tiempo.
Para conmemorar la gran batalla y recordar siempre su fuerza interior, se estableció una orden de guardianes. Estos hombres y mujeres eran valientes guerreros entrenados en las artes del combate, pero también poseían corazones generosos y un profundo vínculo con la conexión primordial. Su misión era preservar el legado del Arte de la Conexión con la Esencia, y así mantener la paz, la belleza y la sabiduría en el mundo.
Se dedicaron a mejorar su mundo, llenarlo de comodidades, desarrollando la escultura, la pintura y muchas otras artes creativas. . Poco a poco, se fueron enredando en la fascinación por sus propias creaciones y se olvidaron de sus orígenes.
El mal al verse derrotado en el campo de batalla físico, se ocultó por un tiempo de la vista de los dioses y de los hombres para recuperarse de sus heridas, y mientras tanto no estuvo ocioso, por mucho tiempo pensó y trabajó, hasta encontrar una estrategia diferente para conseguir el control sobre los humanos.
Las fuerzas oscuras aprovechando el periodo de aparente tranquilidad, consiguieron tejer una tela de energía invisible a los ojos humanos, entrelazada de miedo y olvido, con la que fueron envolviendo a toda la humanidad y especialmente se esforzaron en atrapar con ella a los guardianes para que nadie recordase los buenos tiempos en los que vivían en un jardín en el que florecía la vida sin esfuerzo.
Esta vez las fuerzas oscuras en vez de crear ejércitos de extrañas criaturas se centraron en mantenerse en un plano invisible y desde ahí crear el miedo, la confusión en el interior de todos los seres, haciéndoles tener pensamientos terribles y engañándoles para que creyesen que esos pensamientos surgían de ellos mismos y disminuir su capacidad de concentración, mediante el bombardeo de enormes cantidades de estímulos que solo sirven para enredarlos en sus malvados propósitos. De esta forma los alejaban de la conexión con la música del Gran Creador y eran presas fáciles para ser manipuladas a su antojo.
Con el paso del tiempo consiguieron que se fuesen olvidando los buenos tiempos para mantenerlos a todos encerrados en la cárcel de sus emociones y pensamientos, que las fuerzas oscuras podían dirigir con facilidad.
Casi nadie fue capaz de detectar su malvada estrategia y aún menos de percibir cuándo los oscuros estaban cerca, manipulando las mentes de los hombres, salvo unos pocos guardianes que consiguieron permanecer conscientes de la Gran Conexión e ir transmitiendo su conocimiento de generación en generación. Los videntes que podían percibirlos con una especie de escalofrío en la espalda y eran capaces de detectar sus formas etéricas y los perros, que no se sabe bien si los veían o los olfateaban, pero el caso es que debido a su gran amistad con los humanos, les avisaban ladrando en cuanto se acercaban estas criaturas.
A medida que el manto de miedo y olvido se extendía por la Tierra, la humanidad se alejaba cada vez más de su verdadera esencia. El poder de la música del Gran Creador se debilitaba en muchos corazones, y el mundo se sumía en un estado de desequilibrio y discordia.
Fue en aquellos tiempos difíciles de dolor y enfermedad, de apatía y falta de sentido, cuando la mirada de los hombres volvió a buscar soluciones a su sufrimiento. Cada pueblo y cultura se esforzó por encontrar remedios que los ayudasen a sentirse mejor y fue en aquellos tiempos que descubrieron las propiedades medicinales de algunas plantas, el poder curativo de las arcillas, los beneficios de la respiración consciente o de tomar el sol y muchos otros remedios naturales como el ejercicio o el masaje, que les fueron de gran ayuda en su búsqueda del bienestar.
Todos sus descubrimientos, siendo muy valiosos, estaban orientados a buscar fuera de sí mismos, en la naturaleza o en otras personas, con la esperanza de encontrar ayuda para solucionar sus dolores, pues seguían envueltos en la tela del olvido que les impedía recordar su verdadera esencia de donde provenía la mejor de todas las soluciones.
En medio de esta búsqueda, solo unos pocos guardianes seguían vivos y recordando su cometido. Habían resistido el sueño oscuro al que las fuerzas del mal los habían sometido, haciéndoles creer a muchos de ellos que eran personas comunes y corrientes, y que la vida, a pesar de sus imperfecciones, no estaba del todo mal.
El tiempo seguía su propio curso y las señales indicaban que se acercaba el momento fijado desde el principio para el gran florecimiento de la humanidad. La vibración que sustentaba el universo, la galaxia y al planeta Tierra, se estaba elevando progresivamente, lo que ayudó a que más guardianes comenzasen a despertar de su letargo y se pusiesen en marcha para difundir sus antiguas enseñanzas.
Ante este despertar, las fuerzas del mal intensificaron sus ataques en un intento desesperado de mantener a los hombres bajo su control. Se desató una tormenta feroz de influencias negativas y manipulación, alimentando el miedo, la confusión y la desesperanza en los corazones de las personas pero las fuerzas del bien, que normalmente apoyaban sin intervenir directamente en los procesos humanos, se vieron obligadas a entrar de nuevo en acción para equilibrar la batalla.
Por un lado la vibración se iba elevando y favorecía el que cada vez más humanos mirasen hacia dentro y se preguntasen por su origen real y el sentido de la vida. Por otro lado, la astucia de los dioses oscuros les hacía pensar que eran seres insignificantes, que no tenían más finalidad que vivir y reproducirse.
El momento del cambio de frecuencia se iba acercando y la lucha se desarrollaba especialmente en el interior de cada corazón, no era fácil discernir la verdad de la mentira, por todas partes surgían voces críticas que lo cuestionaban todo, o aparecían nuevos profetas prometiendo de todo con tal de que les siguieses a ellos, en vez de la voz de tu interior.
Parecía vibrar en el ambiente mucha ayuda para volver a conectar con la melodía original y a la vez, mucha dificultad para conseguirlo y no todos los humanos querían lo mismo, ni estaban dispuestos a realizar el mismo esfuerzo que eso pudiese requerir.
Algunos seguían dormidos y sumidos en la tela de los oscuros, otros comenzaban a despertar pero no querían ver la realidad que se presentaba a sus ojos y preferían seguir dormidos, otros en cambio empezaban a darse cuenta del engaño en el que se encontraban abstraídos y trataban de cambiar pequeñas cosas para ir mejorando paso a paso, los había que se daban cuenta con mucha claridad de la situación pero no se sentían con fuerzas para realizar los cambios que ellos mismos sentían como apropiados para mejorar sus vidas.
En medio de esta odisea los antiguos guardianes se dieron cuenta que cada ser humano que despertaba sumaba fuerzas al consciente colectivo y que algunos ya estaban dispuestos para acoger en su interior el Arte de la Gran Conexión, pero otros, al menos por el momento, solo estaban interesados en mejorar sus dolencias, por lo que decidieron mantener su mensaje original, pero envolverlo en forma de terapia para atraer a todos aquellos que todavía no estaban preparados o dispuestos para adentrase plenamente en su interior.
Sumergido en este ambiente y desconocedor de la historia y del momento en el que se encontraba, Eledrin vive tranquilamente en una pequeña comarca entre montañas. Su historia y su papel en la Gran Conexión están destinados a desplegarse en los momentos venideros, cuando su propia canción interior despierte y lo guíe hacia su propósito más elevado en esta épica batalla entre la luz y la oscuridad.
¿Te gustaría saber cómo continua?
A mí también, pero todavía está cocinándose, así que este es un buen momento para que me des tu opinión sobre qué tal va la criatura y me compartas si te gustaría que en los próximos capítulos se hable de algo en particular.
Agradezco sinceramente tus comentarios, los leeré con detenimiento y ya veremos que surge de todo esto.
Un afectuoso saludo
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